jueves, 18 de enero de 2007

De acuerdo, Jeeves

Princess Valium nos manda un fragmento de la novela De acuerdo, Jeeves:

"El primer telegrama me llegó inmediatamente después de mediodía y Jeeves me lo trajo con el combinado de antes del almuerzo. Era de mi tía Dahlia y venía de Market Snodsbury, un pueblo situado a dos o tres kilómetros de la carretera que conduce a su casa de campo.
Decía:

Ven en seguida. Travers.

Si les digo que me asombró sobremanera, les diré mucho menos de la verdad. La juzgué como la más misteriosa comunicación confiada jamás a los hilos telegráficos. Lo estudié con profunda atención durante dos dry Martinis. Lo examiné por el interior, lo examiné por el exterior, y me parece recordar que incluso lo olí. No me reponía de la sorpresa.
Examinen los hechos conmigo. Hacía pocas horas que nos habíamos separado, mi tía y yo, después de dos meses de estar continuamente juntos. Y he aquí que ella, todavía bajo la impresión de mi beso de despedida en la mejilla, invocaba un nuevo encuentro. Bertram Wooster no está acostumbrado a ese deseo exagerado de su presencia. Pregunten a todos los que me conocen y ellos les dirán que, después de dos meses en mi compañía, la gente normal comprende que les basta y les sobra por el momento. Incluso he conocido personas que han tenido bastante con algunos días.
Antes de sentarme a la mesa para mi suculento almuerzo, envié el siguiente telegrama:

Perplejo. Explica. Bertram.

Y la respuesta llegó durante la hora de la siesta.

¿Por qué perplejo, burro? Ven inmediatamente. Travers.

Tres cigarrillos, un par de vueltas por la habitación y he aquí mi réplica:

¿Qué entiendes tú por venir inmediatamente? Recuerdos. Bertram.

Les transmito la contestación:

Entiendo: ven inmediatamente, insoportable criatura. ¿Qué quieres que entienda? Ven inmediatamente o espera la maldición de tu tía con el primer correo de mañana. Besos. Travers.

Entonces envié el siguiente mensaje, deseando aclararlo todo lo más posible.

Cuando escribes «Ven», ¿entiendes «Ven a Brinkley Court»? Y cuando escribes «inmediatamente», ¿entiendes «inmediatamente»? Confuso. Perdido. Cariñosos recuerdos. Bertram.

Envié este mensaje mientras transcurría una tarde tranquila en el Club de los Zánganos, echando las cartas en un sombrero de copa con los mejores elementos de la sociedad del lugar.
Volviendo a casa, en el crepúsculo vespertino, hallé que la respuesta me esperaba:

Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí. No importa que comprendas o no. Ven inmediatamente como te digo y, por el amor de Dios, acaba ya con tanta pregunta. ¿Crees que me sobra el dinero para enviarte un telegrama cada diez minutos? Deja de hacer el tonto y ven en seguida. Besos. Travers.

Entonces sentí necesidad de la opinión ajena. Toqué el timbre.
—Jeeves —dije—, sucede un caso embarazoso por los parajes de Worcestershire. ¡Lea! —Y le tendí los papeles.
Los examinó.
—¿Qué piensa de eso, Jeeves?
—Pienso que mistress Travers desea que el señor vaya en seguida.
—¿También usted llega, pues, a esa conclusión?
—Sí, señor.
—Es la misma a que he llegado yo. Pero ¿por qué, Jeeves? ¡Que Dios la bendiga! ¡Si acaba de pasar dos meses conmigo!
—Sí, señor.
—Y mucha gente juzga que ha tenido una abundante dosis de mi compañía después de cuarenta y ocho horas.
—Sí, señor. Comprendo perfectamente su punto de vista. Sin embargo, me parece que mistress Travers se muestra muy insistente. Creo que debería acatar su deseo.
—¿Ir allá abajo?
—Sí, señor.
—Bien. De todos modos no puedo ir en seguida. Tengo un compromiso importante para esta noche. Se celebra en el Club de los Zánganos el cumpleaños de Pongo Twistleton, como debe recordar.
—Sí, señor.
Hubo una breve pausa. Ambos pensábamos en la desavenencia insignificante que había surgido entre nosotros, y me sentí obligado a hacer una alusión.
—Por lo que atañe a la americana blanca, no tiene usted razón.
—Es cuestión de opiniones, señor.
—Cuando la llevaba en el Casino de Cannes, todas las mujeres hermosas se hacían signos entre sí y se preguntaban: «¿Quién es?»
—Es sabida la relajación de las costumbres en los casinos continentales, señor.
—Y cuando la describí anoche Pongo quedó entusiasmado.
—¿De veras, señor?
—Y todos los presentes admitieron que habla tenido la suerte de hacer una adquisición extraordinaria. No ha habido ni una sola persona de parecer contrario.
—¿De veras, señor?
—Estoy convencido de que acabará por apreciar esa chaqueta, Jeeves.
—Temo que no, señor.
Renuncié. En estos casos es perfectamente inútil platicar con Jeeves. «¡Mula terca!» es lo único que se le podría decir. Es menester suspirar y prescindir de él.
—Bueno, volviendo a lo de antes, queda absolutamente decidido que en este momento no puedo ir a Brinkley Court, ni a otro sitio cualquiera. Le expondré mi idea, Jeeves. Déme hoja de papel y un lápiz y redactaré un telegrama, diciéndole que iré a verla la semana próxima o la siguiente. ¡Qué diantre! Que prescinda de mí algún tiempo. Basta con tener un poco de fuerza de voluntad.
—Sí, señor.
—De acuerdo, pues. Telegrafiaré: «Espérame dentro de quince días», o algo semejante. Creo que estará bien. Luego llevará inmediatamente el telegrama a la estafeta más próxima. Y así sea.
—Perfectamente, señor.
Pongo me había asegurado, la noche anterior mientras charlábamos, que su fiesta de cumpleaños adquiriría unas proporciones sorprendentes, y, en realidad, debo decir que he tomado parte en fiestas de mucha menor importancia. Pasaba bastante de las cuatro de la madrugada cuando regresé a casa, y me parecía que ya era hora de irse a descansar. Recuerdo que llegué a tientas hasta la cama y trepé a ella con dificultad, y tenía la sensación de que mi pobre cabeza acababa de apoyarse en la almohada, cuando me despertó el ruido de la puerta que se abría. Aunque estaba muy adormecido, logré levantar un párpado.
—¿El té, Jeeves?
—No, señor. Es mistress Travers.
Y un momento después me pareció que entraba una ráfaga de huracán. Era mi querida pariente que, a las cinco de la mañana, trasponía a todo vapor el umbral de mi habitación."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

divertidísimo, este fragmento lo he leido infinidad de veces, pero en cada una de ellas me arranca la sonrisa e incluso la risa.

Anónimo dijo...

lo que yo queria, gracias