miércoles, 18 de julio de 2007

El sombrero, la dama, y los rosales de tía Agatha (III)


Retomamos la historia otra vez de la mano de Princess Valium:


Como cabía esperar, la cena estaba exquisita. Anatole se había lucido una vez más. No en vano fue nombrado el mejor cocinero entre todos los cocineros de todas las casas de Hertfordshire. Entre el primer y el segundo plato intenté sacarle a tia Agatha alguna pista que me aclarara cual era el motivo de mi visita. Es decir, por que estaba yo allí otra vez y, lo que era más importante descubrir, por qué mi queridísma pariente se comportaba de una forma tan extraña desde que había llegado. Con extraña me refiero, evidentemente, a su amabilidad y buenas palabras. Algo inaudito dese luego.
No logré mi cometido, es más, empeoré la situación con mi interesantisima conversación sobre lo dificil que resulta tomarse un buen whisky en la city. Le contaba a tía Agatha mi última experiencia en el Club de los Zánganos: un torpe
camarero se atrevió, sin más, a poner hielo en mi copa. En fin, mientras le contaba lo sucedido pude ver como el semblante de mi tía cambiaba por momentos. Lo que había sido una sonrisa era ahora una mueca dificil de describir por lo terrorífica que resultaba. La sopa se había enfriado con mi charla y, eso, era más de lo que ella podía tolerar y soportar. No dije nada más en toda la cena. Un Wooster sabe cuando debe callar.
Ya en el salón, mientras encendía un cigarro y me disponía a sentarme en el sillón, mi tía se acercó y con un golpe de cabeza me indicó que la siguiera. Andando tras ella pensé en lo acertado de mi decisión, la corbata azul habría sido un completo desastre dadas las circunstancias. Deberían haber visto el semblante de mi anciana pariente: tenso, impertérrito, con la mirada vidriosa. Me temía lo peor, un desastre de dimensiones inimaginables. Ya en el jardín, dimos la vuelta hasta la parte trasera. Una vez allí la cosa transcurrió de la siguiente manera:
-Bertie.
-Si, mi queridísma tia.
-Hay algo que deberías ver.
Acto seguido me señalo el parterre donde mi tío tenía plantados sus rosales. Rosales que por cierto eran la envidía de todo Hertfordshire. Creo que el secreto residía en el abono. En fin, miré allí donde mi tía me indicaba y me quedé sin habla.
La mitad del jardín estaba destrozado completamente. La tierra removida, las rosas arrancadas, los pétalos, antes tersos, de un rojo vivo, eran ahora un popurrí, un amasijo irreconocible de hojas, tallos, tierra; un desastre en mayúsculas.
Comprendí entonces la gravedad de la situación, lo que no lograba adivinar era qué papel tenía yo en todo este asunto y por que m tía me trataba con tanta amibilidad. La respuesta llegó de inmediato.
-Bertie.
-Si, mi anciana y adorada pariente.
-Déjate de tonterías. Acordarás conmigo que esto necesita de una rápida y discreta investigación. No voy a permitir que el desalmado que haya hecho esto quede impune.
-Por supuesto, sería inadmisible permitir algo así, pero, que es exactamente lo que esperas de mi?
-Sé que conoces todos los tugurios de Londres, que te codeas con tipos bastante indeseables. Formas parte de la juventud de ahora, sin metas, sin ética, sin ninguna clase de futuro más allá del despilfarro.
Estarán de acuerdo conmigo en que mi tía empezó aquí a perder la cordialidad con la que me había tratado hasta ese momento. Aún así, y entenderán que me sintiera herido por sus punzantes palabras, no dije una sola palabra y esperé a que mi tia terminara con su explicación.
-Bertie, necesito tu ayuda.
Válgame Dios, no podía creer lo que estaba oyendo. Por un instante creí haber confundido esas últimas palabras. Pero no, volvió a repetirlas.
-Necesito tu ayuda y de tus contactos en la city para resolver esto.

1 comentario:

WODEHOUSE dijo...

Recibí en mi blog una invitación para participar en este blog y difundirlo entre mis "parroquianos", con mucho gusto anunciaré y enlazaré este blog. es tan vasta la produccion de este genial autor que me es difícil saber por donde empezar a aportar algo aquí. Desde el año 84 que me hice con su primer libro, caí rendida a sus pies, entera y verdadera. Un saludo desde España.